sábado, 30 de agosto de 2008

Esperanza Embotellada

No se le da esperanza a un hombre. ¿Por qué? Porque al igual que todo buen alcohol o droga, el hombre se siente cómodo con ella y desea tener ciertas dosis a lo largo del tiempo. Pero si esas dosis se mantienen a lo largo del tiempo, el hombre deseará más y poco a poco irá perdiendo control de si mismo hasta sólo pensar en su adicción. Con la esperanza pasa igual. De a poco el mundo empieza a tener colores y sabores distintos, y lo que parecía común, ya no lo es y de a poco el hombre empieza a vivir la vida. Y eso esta bien, es mucho mejor ser adicto a algo que te hace tan bien como la esperanza, pero a la vez es la peor adicción. A diferencia del alcohol y las drogas, la esperanza no puede ser comprada y, por lo tanto, tener dosis regulares de ella es simplemente un asunto de suerte. Y esa no es la peor parte, cuando ella se va, uno queda igual que cuando despierta después de haber consumido alguna sustancia ilícita: con un malestar generalizado, remordimiento y sintiéndose vacío. Y como siempre, uno dice: “Jamás vuelvo a…” pero siempre uno estúpidamente cae, y uno estúpidamente sigue sufriendo.

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